No siempre, pero en determinadas ocasiones puede ser necesaria la utilización de un injerto de hueso previo a la fijación del implante dental, lo cual incrementa ligeramente la complejidad de la intervención.
Este injerto tiene sentido cuando la estructura ósea sobre la que se va a sostener el implante no es la adecuada, ya que no podemos olvidar que el implante debe de ir sobre la estructura ósea original del diente natural para garantizar así la permanencia en el tiempo del implante.
Pero, ¿en qué casos exactamente es necesaria la utilización de injertos de hueso?
- Cuando se quiere mantener la dimensión ósea del paciente una vez que se le ha extraído el diente natural.
- Para completar la estructura ósea sobre la que se va a fijar el implante, garantizando así la permanencia en el tiempo del implante y posterior prótesis.
- Para lograr una altura ósea adecuada en las zonas posteriores de la boca en determinadas técnicas de elevación de seno maxilar.
Gracias a las técnicas actuales y al avance de las nuevas tecnologías estos injertos de hueso se realizan de manera relativamente sencilla y todos los dentistas con experiencia en la colocación de implantes también tienen un amplio conocimiento en las técnicas de injertos de hueso.
Sin embargo, es lógico pensar que los pacientes tiendan a atemorizarse ligeramente cuando descubren que el proceso de colocación de los implantes llevará asociado a su vez un injerto de hueso. En esas ocasiones el dentista debe de ser muy transparente y explicar debidamente al paciente el proceso para tranquilizarle.
En definitiva, el injerto de hueso no es más que una ayuda al proceso por lo que debe de ser tomado como algo positivo y, en ningún caso, como algo negativo, ya que gracias a este injerto el implante tendrá una mayor superficie para lograr una fijación permanente y segura.