El tratamiento de la lesión implantaria periapical varia en función de si se encuentra en su forma infectada o no infectada.

La forma no activa (no infectada) cursa con ausencia de sintomatología y el hallazgo suele ser radiográfico, por 1o que debemos pensar que se debe a un fresado superior a la longitud del implante y Lo que se aprecia es la cicatriz apical, que poco a poco se regenerará.

Realizaremos, por lo tanto, un control clínico y radiológico para observar la desaparición de este defecto y la sustitución por hueso nuevo.

Si existen signos clínicos de infección tales como inflamación, dolor y fistula, pensaremos que estamos ante un proceso agudo con lo que nuestra actuación debe ser intervencionista.

El abordaje de este tipo de patología requiere un procedimiento quirúrgico que consiste en la elevación de un colgajo mucoperióstico que permita vistalizar la fenestración de la cortical vestibular.

Posteriormente, se elimina el tejido de granulación, desbridando la zona con curetas. Es fundamental conseguir una superficie de implante que favorezca la re-osteointegración, eliminando para ello los restos de bacterias y sus productos, así como las células del tejido blando.

En este caso, están indicadas las curetas y ultrasonidos con punta de resina o de fibra de carbono, siendo desaconsejado el uso de las mismas con punta de metal, ya que deterioran la superficie rugosa y las espiras del implante.

Para la detoxificación de la superficie del implante se han empleado diversas sustancias, entre ellas ácido cítrico, tetraciclina, peróxido de hidrógeno, fluoruro de estaño o clorhexidina, siendo ésta última la que menos potencial de toxificador presenta.

El proceso de regeneración del defecto óseo residual debe realizarse siguiendo los criterios descritos por Dahlin empleando biomateriales de regeneración, en caso de tratarse de un defecto incapaz de mantener el espacio y cubriéndolo con una membrana para favorecer la exclusión de tejidos blandos. Finalmente, el colgajo se reposiciona asegurando el cierre primario de los tejidos, con el fin de evitar la contaminación de la membrana.

Es fundamental el empleo de antibióticos por vía sistémica para el tratamiento de dicha patología, siendo la Amoxicilina el principal fármaco de elección aunque, según revelan ciertos estudios, la antibioterapia debe estar dirigida a la causa que produjo la lesión implantaria, bien sea de origen endodóntico, periodontal y/o combinado.

Los estudios que describen casos tratados de lesión implantaria periapical demostraron que la fistula así como la inflamación y supuración desaparecieron a las 6 semanas, mientras que la imagen radiolúcida dejó de apreciarse, aproximadamente, a los 8 meses.

En ocasiones, la lesión no sólo se circunscribe a la porción apical del implante, sino que abarca la porción más coronal, pudiendo llegar a afectar la estabilidad del mismo. En estos casos el tratamiento de elección es la explantación del implante.

Otra indicación de tratamiento defendida por muchos autores, es la apicectomía del implante. Esta indicación de tratamiento estaría dirigida a aquéllos casos en los que el propio implante dificulta la total eliminación del tejido de granulación, o cuando no seamos capaces de conseguir una completa detoxificación de la superficie que permita la re-oseintegración del implante.

Ante esta alternativa es fundamental que se cumplan una serie de condiciones tales como: estabilidad del implante en la porción coronal (osteointegración), compartimentalización de la infección y una adecuada longitud del implante.

Durante la fase de diagnóstico y planificación del tratamiento debemos inspeccionar el estado restaurador así como la coloración de los dientes vecinos, estando indicada la realización de pruebas de vitalidad pulpar, con el fin de descartar procesos infecciosos agudos y/o necrosis pulpares.

Es lógico pensar que ante este tipo de procesos infecciosos, estaría recomendada la realización de la endodoncia, posponiendo la inserción del implante hasta que no consideremos resuelta la infección. No obstante, y según la clasificación descrita por Sussman y Moss, puede ocurrir que la lesión aparezca tras la colocación del implante. En estos casos, debemos ser capaces de discernir si la causa ha sido el implante o el diente adyacente. El abordaje quirúrgico sería el mismo, pero previamente debemos valorar la necesidad de realizar tratamiento endodóntico, según las pruebas de vitalidad pulpar.

Por otra parte, se han descrito casos de lesión implantaria periapical asociad a la presencia de restos radiculares o cuerpos extraños (restos de gutapercha, cemento. . .). Para evitar este tipo de situaciones es fundamental realizar un correcto diagnóstico y una adecuada planificación, que permita asegurar un lecho apropiado en el que va a ser insertado el implante.

Para conseguir la estabilidad de los implantes y la prótesis implanto soportado en el tiempo es fundamental conseguir un estado de salud óptimo en la unió implante-hueso e implante-tejido blando. Por lo tanto, la prevención y/o el diagnóstico precoz de las patologías descritas aseguran el éxito la supervivencia del tratamiento con implantes a largo plazo, aportando al paciente funcionalidad y estética.